Eran pescadores, quieren ser empresarios
En los pueblos palafíticos de la Ciénaga Grande de Santa Marta todo se hace vía agua: ir a misa, comprar víveres o visitar amigos. Las casas de madera, de distintos colores, se sostienen con estacas en asentamientos anfibios con un aura de realismo mágico, donde viven familias desde el siglo XIX. El pueblo más grande, Nueva Venecia, tiene iglesia, escuela, inspección de policía, gallera y cantina con billares, aunque sus necesidades básicas están insatisfechas. “Hay problemas de saneamiento, salud, educación, acceso a Internet”, dice José Luis Rosenstiehl, experto en temas de negocios y emprendimiento.
Sus habitantes dependen de la pesca. Salen en canoas en busca de lisa, sábalo, mojarra, lebranche o camarón, que consumen y venden, pero la pesca artesanal no alcanza para salir de la pobreza y cada día es más trabajosa. Los efectos del cambio climático y de obras como la Troncal del Caribe afectan la Ciénaga y sus manglares.
En 2017, tres investigadores llegaron a la zona para desarrollar proyectos de transformación social: José Luis Rosenstiehl y Gregoria Polo, de la Universidad Cooperativa; y Daulis Lobatón, de la Universidad Antonio Nariño. Su meta era que los habitantes pusieran en marcha negocios alternos para mejorar su calidad de vida. Se enfocaron en temas turísticos, aprovechando biodiversidad, paisaje y culturas. “Es un gran lugar para avistamiento de aves o para comer pescados típicos”, dice Rosenstiehl.