Gentes y comunidades

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Más gentes y comunidades

​Dejó la coca y ahora cultiva el bosque

La naturaleza protege a quien la cuida, cree Éver Castro. La vida se lo ha demostrado. Sembró coca durante diez años hasta cansarse de efectos colaterales como problemas de salud por insecticidas. Decidió, entonces, regresar a su natal Belén —Caquetá—, comprar una tierra y sembrar un bosque para vivir. En 1997 arrancó su sueño. Plantó frutales amazónicos como copoazú, arazá, asaí, borojó y cacao maraco. Lo hizo intuitivamente, sin saber que su sistema agroforestal, donde conviven cultivos distintos, era beneficioso para la naturaleza y daba para distribuir las frutas. “A nosotros nos enseñaron a tumbar bosque, criar ganado o sembrar cultivos de uso ilícito. A Dios gracias fui teniendo una visión y comencé a recuperar la naturaleza”, explica. 

Su finca La Amazonía tiene 18 hectáreas de bosque saludable. “Es fresca, hay árboles desde la entrada hasta la casa; en las fincas que son un peladero, no se aguanta el calor —afirma—. El bosque protege el suelo, el agua y amortigua el calor. Ese es el camino para ayudar al planeta”.  

En una región ampliamente deforestada —según Global Forest Watch, entre 2001 y 2021 Caquetá perdió 730 mil hectáreas de cobertura arbórea—, llama la atención de universidades, ONG, entidades del Estado y algunos vecinos. “Sí se puede vivir de una parcela pequeña”. ​


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Éver Castro, finca La Amazonía — Belén de los Andaquíes, Caquetá
Foto: cortesía Éver Castro
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Casa de la finca La Amazonía — Belén de los Andaquíes, Caquetá
Foto: cortesía Éver Castro

​Eran pescadores, quieren ser empresarios

​En los pueblos palafíticos de la Ciénaga Grande de Santa Marta todo se hace vía agua: ir a misa, comprar víveres o visitar amigos. Las casas de madera, de distintos colores, se sostienen con estacas en asentamientos anfibios con un aura de realismo mágico, donde viven familias desde el siglo XIX. El pueblo más grande, Nueva Venecia, tiene iglesia, escuela, inspección de policía, gallera y cantina con billares, aunque sus necesidades básicas están insatisfechas. “Hay problemas de saneamiento, salud, educación, acceso a Internet”, dice José Luis Rosenstiehl, experto en temas de negocios y emprendimiento. 

Sus habitantes dependen de la pesca. Salen en canoas en busca de lisa, sábalo, mojarra, lebranche o camarón, que consumen y venden, pero la pesca artesanal no alcanza para salir de la pobreza y cada día es más trabajosa. Los efectos del cambio climático y de obras como la Troncal del Caribe afectan la Ciénaga y sus manglares. 

En 2017, tres investigadores llegaron a la zona para desarrollar proyectos de transformación social: José Luis Rosenstiehl y Gregoria Polo, de la Universidad Cooperativa; y Daulis Lobatón, de la Universidad Antonio Nariño. Su meta era que los habitantes pusieran en marcha negocios alternos para mejorar su calidad de vida. Se enfocaron en temas turísticos, aprovechando biodiversidad, paisaje y culturas. “Es un gran lugar para avistamiento de aves o para comer pescados típicos”, dice Rosenstiehl. ​


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Amanecer — Corregimiento Nueva Venecia — Ciénaga Grande de Santa Marta
Foto: Guillermo Torres Reina — Semana
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Corregimiento Nueva Venecia, Ciénaga Grande de Santa Marta — región del Caribe
Foto: Guillermo Torres Reina — Semana