El comercio internacional, o intercambio de bienes y servicios entre países, es una actividad surgida, o por lo menos documentada, desde la antigüedad. Uno de los referentes comerciales de esa época es la ciudad de Tiro en la antigua Fenicia, en donde se intercambiaban bienes como pino, cedro, marfil, lino bordado, telas, plata, hierro, estaño y plomo con Egipto, Líbano, Chipre, Persia, Lidia, Fut, Grecia, Tubal, Mésec, Israel, Arabia y Siria (Biblia NVI, 1999; 550). En este sentido, especialistas en historia económica sostienen que una economía global no es nada nuevo y que en la primera oleada de globalización no se utilizaron aviones ni internet, sino ferrocarriles, buques de vapor y telégrafos (Krugman, Obstfeld y Melitz, 2012).
Ahora bien, el concepto de comercio internacional suele asociarse a otros conceptos como economía internacional, relaciones internacionales y comercio exterior. Sin embargo, es oportuno precisar que la economía internacional es un término amplio, que abarca el estudio de la teoría del comercio internacional, la política del comercio internacional, la balanza de pagos y los mercados de divisas (Salvatore, 2015). Realizada esta precisión, se puede establecer lo siguiente: 1) la teoría del comercio internacional tiene como propósito analizar causas y efectos del comercio internacional; 2) las relaciones internacionales hacen referencia a las relaciones políticas que ejerce el cuerpo diplomático de una nación con sus homólogos de otras naciones; y 3) el comercio exterior está asociado a las relaciones comerciales que realiza un país con los demás países.
Es significativo anotar que el estudio del comercio internacional toma gran relevancia a partir del siglo XVII con el surgimiento de diferentes teorías, fundamentalmente la mercantilista, la ventaja absoluta, la ventaja comparativa la teoría de Heckscher-Ohlin, la teoría del comercio desigual y la teoría de la ventaja competitiva, entre otras. En el mencionado siglo, comerciantes, funcionarios de gobierno y banqueros de Inglaterra, España, Países Bajos, Portugal y Francia comenzaron a escribir ensayos sobre comercio internacional, defendiendo los postulados del mercantilismo (Salvatore, 2005; 30).
El mercantilismo defiende el proteccionismo, pretendiendo que una nación pueda lograr exportaciones superiores a las importaciones. Dentro de los mercantilistas sobresale Thomas Munn (1571 al 1641). La ventaja absoluta, formulada por el escocés Adam Smith, por su parte, establece que un país debe especializarse en lo que produce eficientemente y con menores costos para exportar a otras naciones e importar lo que no puede producir de manera eficiente (Smith, 2011).
De otro lado, la ventaja comparativa de David Ricardo sustenta que los países deben especializarse en los bienes que producen con mayor productividad, enfatizando en los costos relativos y no en los costos absolutos (Ricardo, 2010). La ventaja comparativa es determinada por las dotaciones de los factores de producción, sin embargo, Salvatore (2005) sostiene que estas dotaciones cambian con el tiempo, especialmente la tecnología que suele mejorar y las preferencias de una nación, que pueden modificarse.
Estas teorías nos permiten comprender la importancia del comercio internacional y su contribución a la satisfacción de necesidades y al mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes de diferentes contextos geográficos y períodos de la historia. Su estudio puede arrojar dos tipologías de teorías: las teorías clásicas, que contribuyen a la explicación de los intercambios comerciales intersectoriales y las nuevas teorías del comercio internacional que intentan explicar el comercio intrasectorial, es decir, el intercambio de bienes similares o del mismo sector.
Las teorías del comercio internacional, igualmente, intentan explicar la importancia del trabajo, la especialización, el libre cambio y la productividad para la generación de bienes y servicios y excedentes exportables en una nación, que permiten a su vez, la obtención de aquellos bienes y servicios que no produce; ya sea, por no disponer de factores productivos adecuados o por los altos costos que generaría producirlos.
Finalmente, la satisfacción de las necesidades humanas en muchos países ha sido posible, tal y como lo describen los textos históricos, por la comercialización de alimentos, materiales de construcción, minerales e insumos, que van desde pino, cedro, marfil, lino bordado, telas, plata, hierro, estaño, plomo, especias, oro, piedras preciosas, perfumes y barcos hasta el carbón, petróleo, automóviles, aviones, computadores, refrigeradores, medicamentos, microprocesadores, armamento, equipos médicos y todas las innovaciones tecnológicas producidas en los últimos siglos y en la actualidad, mediante el esfuerzo y perseverancia de emprendedores y científicos que aportaron su talento para el beneficio de la sociedad, entre los cuales sobresalen Louis Pasteur, Isaac Newton, Blaise Pascal, Johannes Kepler, Francis Bacon, Johannes Hessen, Zacharias Jansen, Galileo Galilei, James Watt, Matthew Boulton, Richard Trevithick, Karl Benz, Orville y Wilbur Wright, Francis Crick y James Watson.
Referencias bibliográficas
Krugman, P., Obstfeld, M. y Melitz, M (2012). Economía internacional: teoría y política. Madrid: Pearson
Ricardo, D. (2010). Principios de economía política y tributación. México: Fondo de cultura económica.
Santa Biblia. (1999). Nueva Versión Internacional, NVI. Florida: Editorial Bíblica.
Salvatore, D. (2005). Economía Internacional. México: Limusa.
Smith, A. (2011). La riqueza de las naciones. Madrid: Alianza.
Autor
Jhon William Pinedo López
Profesor tiempo completo, Universidad Cooperativa de Colombia, Campus Montería.
Especialista en Ordenamiento Territorial; Magíster en Cooperación al Desarrollo; Doctor en Urbanismo, Territorio y Sostenibilidad; Postdoctorado en Gerencia pública y Gobierno.
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