Especies y territorios

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    Los seguidores del sol: cuando un emprendimiento hace posible una energía limpia y rentable

    Una apuesta, en Medellín, por optimizar la energía solar y hacerla eficiente.

    Por Luisa Fernanda Gómez Cruz 

    Sobre la calle 46, cerca del estadio, en un barrio residencial de Medellín —Antioquia—, hay una casa similar a las demás. Es de fachada color hueso y beis, con rejas negras, puertas café, escaleras de ladrillo y un pequeño balcón, como muchas otras en ese mismo barrio. No tiene, en apariencia, nada de particular. En su interior, sin embargo, aloja el futuro. 

    Vista desde arriba sería fácil de identificar, resultaría evidente la diferencia. El techo —común, de tejas sucias y gastadas— tiene 16 paneles solares esparcidos en pares. Una estructura, sobre la pequeña terraza a través de la cual se accede al techo, sostiene cuatro paneles más y alberga lo que fue el comienzo del futuro: el primer desarrollo tecnológico que dio rienda, ocho años atrás, a todo lo que alojaría esa casa, similar a las demás, en un barrio residencial de Medellín —Antioquia—, cerca del estadio, sobre la calle 46. ​

    El sol está siempre ahí, aunque lo ignoremos. Y a pesar de haber sido una fuente poderosa de energía desde el comienzo de nuestros tiempos, la humanidad no había encontrado —ni había tenido el afán de encontrar— la manera de convertir esa energía en electricidad. Electricidad barata y eficiente.

    Solo a partir del siglo XIX, cuando comenzó a entreverse alguna eventual escasez del carbón, empezó a considerarse la idea de cambiar a otra fuente de energía, pero el petróleo pausó, durante un siglo, el tema. Las crisis petroleras de 1973 y 1979 fueron una alerta. Y mucho más drástica ha sido la alarma por el aumento de la temperatura del planeta como consecuencia de la extracción y uso del carbón, del petróleo y de sus derivados.


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    Solar, eólica, renovables, de bajo impacto en el ambiente y con una huella de carbono reducida. Colombia, el planeta, requieren fuentes de energía alternas. Hoy, ya funcionan. Y son rentables.
    Paneles solares — Medellín, Antioquia Foto: Diego Andrés Zuluaga

    En Lausana —Suiza—, hay un lago donde estudiantes de distintas universidades de todo el mundo se reunían cada año para competir. Con barcos de dos metros, diseñados a escala, intentaban resolver un acertijo: cómo encontrar la mejor solución para que los navíos fueran energéticamente eficientes y sostenibles, pues cada año el transporte marítimo emite 120 toneladas de dióxido de carbono. Nada más el arranque del motor de un barco crea tanta polución como si 15 mil carros se encendieran al mismo tiempo.  

    Un grupo de estudiantes de ingeniería eléctrica y mecánica de la Universidad Nacional, sede Medellín, bajo el nombre Hydrometra, participó en el desafío de 2014. “En esa competencia vi qué hacía Europa en temas de energía limpia implementando masivamente la energía solar y la movilidad eléctrica —cuenta Eduardo Ospina, entonces de 21 años, nacido en Ocaña, Norte de Santander—. En Colombia no veías nada de eso”. El descubrimiento contrastaba con la posibilidad de usar ese tipo de energía en Colombia, teniendo en cuenta la cantidad de radiación recibida al año en el trópico. “Decidí orientar mi vida a la energía sostenible”, dice Eduardo. 

    En Colombia el uso de la energía solar aparece en la década de 1950, pero solo como una manera de aprovechar el calor emitido por el sol. Siendo un país bañado por dos mares y atravesado por ríos largos y caudalosos, no se veía la necesidad de buscar otras fuentes de energía —70 por ciento de la generación nacional, aún hasta 2022, ocurría a través de hidroeléctricas, una fuente limpia para unos, pero con gran impacto ambiental para otros—. 

    El problema es que “dependemos demasiado de los recursos hídricos —señala el analista Alejandro Lucio—, y cada vez somos más vulnerables a los efectos de la crisis climática”. Veranos muy largos y temporadas sin lluvias disminuyen el nivel de los embalses. Y cuando eso sucede entra en operación el mecanismo de respaldo: las termoeléctricas, plantas generadoras de energía a través de fuentes no renovables como carbón y gas, cuyo uso genera gases de efecto invernadero, calienta la atmósfera y profundiza la crisis climática. 

    “La apuesta es complementar y diversificar el soporte para ese riesgo hídrico”, dice Lucio. Es decir, contar con más fuentes de energía. Y sostenibles. Obtenidas de otra manera. Actualmente las energías renovables no convencionales, como la solar y la eólica, representan apenas el 1 por ciento de los 17.000 megavatios de capacidad instalada en Colombia. ​


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    Pensar en el futuro y actuar para que ocurra. Eso motiva iniciativas privadas para optimizar la energía originada a partir del sol hasta 23 %. ¿El principio? El de los girasoles: seguir al Sol.
    Clínica Somer — Medellín, Antioquia Foto: Diego Andrés Zuluaga

    La idea, a Eduardo, no le llegó como una manzana cayendo sobre su cabeza. Le llegó, más bien, como una serie de circuitos interconectados para encender una bombilla. 

    En el mismo año en el que viajó a Suiza se expidió en Colombia la ley que promueve e impulsa el desarrollo y uso de energías no convencionales y otorga una serie de beneficios tributarios y arancelarios a las empresas de ese sector. Antes de eso resultaba casi imposible generar energía solar en el país. Hacerlo, actualmente, resulta incluso más económico con respecto de otras energías debido a la disminución de materiales y a los avances tecnológicos. 

    En 2015 Eduardo volvería a Lausana con Hydrometra como líder del equipo de ingeniería eléctrica y, en la búsqueda de hacer más eficiente su barco, encontró una manera de hacer más eficiente la energía solar: siguiendo el sol. 

    En los extremos norte y sur del planeta se ha avanzado más en el desarrollo de la energía solar. Allí, al girar levemente los paneles siguiendo la posición del Sol según cada estación del año, se ha descubierto la posibilidad de aprovechar mejor su radiación. En Colombia, al estar sobre el Ecuador, se creía innecesario hacerlo, pero Eduardo no estaba tan seguro. 

    Persiguió su idea y con el apoyo de otros ingenieros eléctricos y mecánicos desarrolló Zentrack, un dispositivo sobre el cual se ponen los paneles solares. Como un girasol, sigue la trayectoria de la luz del sol y, con ello, genera entre 18 y 23 por ciento más de energía en comparación con un panel estático. El desarrollo tomó tres años y en 2019 la Superintendencia de Industria y Comercio les entregó una patente de modelo de utilidad. “No inventamos el concepto de los seguidores solares —explica Nicolás Villegas, ingeniero eléctrico nacido en Medellín hace 29 años y uno de los creadores del dispositivo—. Patentamos una mejora”.

    A través de modelos astronómicos y físicos, tomando fecha, hora y coordenadas geográficas de donde está un panel, Zentrack estima de manera precisa su posición con respecto del sol cada minuto durante el día. Así, le indica al panel cómo moverse para capturar los rayos directamente y maximizar la producción. Mientras los paneles fijos obtienen más energía a mediodía, “hacemos que esa producción empiece desde más temprano y termine más tarde. No es un pico sino una meseta. Esto ayuda a la rentabilidad de los proyectos y a masificar la energía solar”, explica José Daniel Giraldo, CEO de Solenium, también nacido en Medellín. 

    El desarrollo de Eduardo y su equipo incluyó además un algoritmo de autolimpieza. En días de lluvia toma decisiones para ubicarse de forma que la misma lluvia remueva la suciedad en la superficie del panel y las pérdidas de producción sean más bajas teniendo en cuenta que los paneles sucios generan menos energía. 

    Paola Santiago tiene 29 años y es cofundadora de Solenium y Unergy, las dos empresas que siguieron a la invención de Zentrack. También nació en Ocaña y conoció a Eduardo mientras estudiaba ingeniería administrativa. Con el desarrollo de Zentrack buscó lograr un complemento: la energía solar, rentable y eficiente, debía ser eficiente y rentable para ellos. 

    “Sin muchos conocimientos de negocios, creíamos que con un desarrollo cambiaríamos el mundo”, dice divertida Paola, con un acento entre nortesantandereano y paisa. Apoyados en programas de impulso a pequeños emprendimientos comprendieron su camino para originar ingresos a través de la instalación de proyectos de energía solar. Sería, también, otra forma de masificarla. 

    En julio de 2017 constituyeron formalmente Solenium, una empresa dedicada a este tipo de proyectos. “En inglés suelen ser llamados EPC (Engineering Procurement and Construction). Hacemos desde la ingeniería hasta la puesta en marcha del proyecto”, señala Paola, hoy directora financiera de Solenium. Orgánicos de las nubes, una pequeña empresa de cultivos cerca de Medellín, fue su primer cliente: un proyecto de cuatro paneles para autoconsumo.  Desde entonces, superan los 50 proyectos y los 20.000 paneles. ​


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    Eduardo, José, Paola, Nicolás, gente que construye iniciativas. Son una alternativa —entre varias en Colombia—. Con una clínica, en Medellín, ya evitan 244 toneladas de CO2 al año.
    Paneles solares — Medellín, Antioquia Foto: Diego Andrés Zuluaga

    En 2018 Eduardo, Paola y Nicolás Villegas eran dueños de una empresa que instalaba paneles solares en todo el país, pero la energía en sus apartamentos no provenía del sol. ¿Cómo masificar la energía solar si ni ellos mismos podían ser usuarios? 

    “Hay una barrera muy grande para los hogares en los proyectos de energía solar —explica Nicolás Villegas, director tecnológico y socio cofundador—. Debes ser dueño de una casa, porque en un apartamento no es fácil, y no debes tener un edificio o un árbol al lado que haga sombra. Y la cantidad de personas que pueden comprar paneles solares para su casa es una fracción muy pequeña”. A esto se suman industrias y empresas que pueden contar con el espacio, pero no con el dinero. “Aunque es una fuente de energía barata, tiene unos costos iniciales altos en Colombia, donde hay tan poca liquidez para invertir en este tipo de cosas. Eso no permitía masificar la energía solar”, complementa. 

    Unergy, una suerte de spinoff —o compañía derivada— de Solenium, conecta ambas necesidades en una plataforma y le permite a cualquier persona invertir en proyectos de energía solar. Comenzó como una idea de Solenium, pero en noviembre de 2018 decidieron constituirla formalmente como empresa. 

    Funciona como una feria inmobiliaria digital donde se exponen proyectos de energía solar necesitados de recursos y los inversionistas, personas comunes y corrientes, pueden invertir desde pequeños montos. Cuando se completa la financiación, se ejecuta y en cuanto entra a generar energía, el proyecto le paga la factura de luz a Unergy —a un precio entre 25 y 30 por ciento más barato de lo que se paga a un operador convencional—. De ese pago, Unergy reparte ganancias en un porcentaje equivalente para cada inversionista. 

    Según dice Nicolás, es como si cada persona invierte en un proyecto y adquiere sus propios paneles: “Están ubicados en otro lugar, generando energía, pero al final tienes la propiedad de esos paneles y sus beneficios”. 

    La Clínica Somer, en el municipio de Rionegro, al oriente de Medellín, es uno de los cerca de 30 proyectos financiados a través de Unergy. En los techos de sus dos torres, Solenium instaló 538 paneles solares que representan 14 por ciento de la energía total que consume la clínica y evita así la emisión de 244 toneladas de CO2 al reducir su huella de carbono con respecto de otras fuentes. “Una clínica no puede apagar nunca su energía —dice Naylen Molina, ingeniera ambiental de la Clínica Somer—. Somos conscientes de los impactos que generamos y frente a eso quisimos actuar”. Pasarse a la energía solar les representó un ahorro mensual de 20 millones de pesos en el pago de la luz. 

    La generación de energía funciona de cierta forma como un cultivo de papas. Entre más lejos esté la finca donde se siembran y el hogar que las consume, más actores intervienen y más caras se vuelven.  

    En Colombia, la generación de energía está centralizada en la región andina y transmitirla a las demás regiones cuesta. Como ocurre con un cultivo de papa sabanera, donde los tubérculos deben ser transportados desde la finca hasta el pueblo, desde el pueblo hasta una central mayorista en una u otra ciudad, desde la central hasta una tienda y desde la tienda hasta una cocina. En la transmisión de energía, además, se van cayendo algunas papas del camión mientras se transportan. Si se generan 100 kilovatios, al hogar llegan menos. 

    Entre Santa Cruz y Luruaco —en Córdoba—, en un paisaje verde y caluroso, hay un terreno de dos hectáreas con 2.500 paneles. Es el primer proyecto de generación distribuida de energía solar de todo el país. Existen de otras fuentes que generan, entre todos, 700 kilovatios. Pero este, al que Eduardo, Paola y Nicolás llaman “la primera minigranja”, genera, él solo, 1.380 kilovatios. Tienen 15 más en desarrollo.  

    “Son proyectos en suelos —señala Eduardo—, de un millón de dólares de inversión”. 

    La energía generada por estas minigranjas se conectará a la red del país para que los habitantes de los pueblos más cercanos puedan utilizarla. “Conectar minigranjas, alrededor de los pueblos, reduce costos y entrega fuentes limpias de energía a la población”, dice Eduardo.  

    Según la Unidad de Planeación Minero-Energética y el Ministerio de Minas y Energía, antes de 2030 cerca de 10 por ciento del consumo energético en Colombia provendrá de proyectos fotovoltaicos o solares. No es, sin embargo, la única fuente alterna de energía abriéndose paso ni la única manifestación de energías eólicas o solares. En la misma casa, incluso, en la calle 46 de Medellín, se montó en la cocina el primer piloto privado de hidrógeno verde en el país para encender la estufa utilizando excedentes generados por los 16 paneles esparcidos por pares en el techo corriente de tejas sucias y gastadas. Eduardo lo asegura con firmeza: “Estamos convencidos de que vamos creando el futuro”. 


    Emprendimientos con impacto ambiental ​

    Un reto de nuestro tiempo es lograr que los negocios sean sostenibles y estén en sintonía con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. Hoy, en Colombia, diversos emprendimientos, de hecho, surgen desde los ODS o son una alternativa para cumplir uno o varios. Una vez supimos, entre distintas iniciativas, de un grupo de emprendedores, jóvenes, de Medellín y de sus logros optimizando al menos 23 % la producción de energía a partir del sol moviendo sus paneles según la posición de la estrella y de la Tierra, nos fuimos en su búsqueda. Han tenido, como otras organizaciones, trabajos urbanos y rurales. Hoy, apenas 17,7 % de la energía consumida en el mundo es de fuentes renovables y limpias. Las energías solar y eólica, en Colombia, representan el 1 % de la capacidad instalada. ​