Especies y territorios

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    En las aguas de Colombia, el tiburón martillo encuentra una esperanza profunda

    ​​Cómo el Pacífico colombiano sigue siendo hogar y lugar de reproducción de una especie enigmática y fascinante.

    ​​Por Cristina Esguerra Miranda

    Una mañana de agosto, Diego Cardeñosa salió en lancha con un grupo de pescadores de Bahía Málaga, Valle del Cauca, en el occidente de Colombia. Iban a lanzar anzuelos al mar, esperando atrapar tiburones. El científico colombiano y su equipo comenzaban así a investigar las especies y las poblaciones de tiburones de un lugar poco explorado por la ciencia, sin poder concebir la magnitud del descubrimiento que estaban por hacer. 

    Las aguas oscuras del Pacífico colombiano son ricas en biodiversidad; “allí todo es grande, todo es abundante”, explica Cardeñosa. Por ello, las expectativas del equipo eran altas. Cuando los pescadores sacaron los anzuelos, el científico identificó una especie de tiburón martillo cuya cabeza y cuyas aletas eran ligeramente amarillas. El Sphyrna corona no había sido visto en México desde 1994, y en Costa Rica, Panamá y Guatemala tampoco se reportaban avistamientos. Cardeñosa se emocionó con el encuentro de aquel extraño animal de ojos saltones, que puede llegar a medir 97 centímetros. 

    No fue el único descubrimiento. El equipo de científicos encontró en Bahía Málaga cuatro especies diferentes de tiburones martillo, tres de ellas en la categoría de En Peligro Crítico y una en la de En Peligro, respectivamente: el Sphyrna corona; el Sphyrna lewini, también conocido como pez martillo común; el Sphyrna media, una especie que se extinguió en aguas mexicanas en 2007 y que se reconoce por ser de las pequeñas, y la Sphyrna tiburo, cuya cabeza tiene forma de pala. 

    Las clasificaciones corresponden a la Lista Roja de Especies Amenazadas creada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en 1964 para medir la salud de la biodiversidad del mundo. Hoy, es la fuente de información más completa sobre el estado global de conservación. La lista se divide en varias categorías, entre ellas, Preocupación Menor, Casi Amenazado, Vulnerable, En Peligro, En Peligro Crítico y Extinto. Para entender bien qué significa cada categoría, el que la organización internacional ubique a una especie de tiburón martillo En Peligro Crítico quiere decir que tienen datos de decrecimiento poblacional mayores al 90 por ciento en las últimas tres generaciones. “Y en el caso de estos tiburones la categoría es global”, dice Cardeñosa, quien lleva 15 años estudiando estos animales, su comportamiento migratorio y su comercio internacional, una de sus principales amenazas. 

    El colombiano llegó a Bahía Málaga en 2021, como parte de la expedición organizada por la Comisión Colombiana de Océanos. Su investigación es respaldada por la Universidad Internacional de la Florida —donde actualmente realiza un posdoctorado— y el Explorers Club, una organización internacional que promueve y financia exploraciones científicas. Para llevarla a cabo colocaron diez receptores en la zona, más o menos a un kilómetro y medio de distancia cada uno. “Van acompañados de sensores de temperatura y de salinidad para ver qué relaciones se pueden establecer entre el movimiento de los tiburones y la temperatura, la marea o la época del año”, explica el científico. La idea es aprender todo lo posible sobre el comportamiento de estos animales, en particular sobre el Sphyrna corona y el Sphyrna media, especies de las que poco se sabe. “Cuando uno busca Sphyrna corona en Google Scholar no hay un solo paper específico. No se sabe casi nada de ellos y están cerca de extinguirse”, dice el colombiano. Y añade: “Por eso, si tengo esta población aquí, y con suficiente abundancia para poder estudiarla, la idea es metérsela toda”. El proyecto aún está en su etapa inicial, pero él ya lo ve como una apuesta de vida. 

    Con ayuda de pescadores locales, en la primera salida, marcaron 15 tiburones para seguir sus movimientos, y en 2023 quieren marcar unos 40 más. 

    ​Todo el proceso de investigación se ha hecho de la mano con la comunidad, pues es imposible cuidar la biodiversidad de un lugar si no se involucra a sus habitantes. Cardeñosa y su equipo están trabajando de cerca con los consejos comunitarios y les están enseñando a los pescadores a capturar los tiburones, marcarlos, medirlos y liberarlos. La lección adicional para los pescadores es que los tiburones pueden convertirse en una fuente de ingreso sin necesidad de pescarlos; por el contrario, conociéndolos y protegiéndolos. 

    Los investigadores tienen pensado publicar un artículo científico a finales de 2023 o principios de 2024. El escrito resulta particularmente interesante, pues los científicos están teniendo acceso a dos especies que no han sido estudiadas a profundidad, y sobre las que ya se han registrado extinciones locales. “Haber encontrado al Sphyrna corona y al Sphyrna media en las costas del Pacífico colombiano es motivo de esperanza. Sin embargo, debemos hacer todo a nuestro alcance para que no nos pase lo mismo que en México, Costa Rica, Panamá y Nicaragua”, dice Cardeñosa.​

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    Un proyecto de investigación que se inicia es una apuesta de vida. De rastreos y huellas de riquezas submarinas. Así son las leyes de la conservación. Las normas fascinantes de la sostenibilidad.
    Pez martillo — Malpelo, océano Pacífico, Colombia Foto: Getty Images

    ​​La familia de los martillo está compuesta por nueve especies. Su característica más llamativa es la particular forma de su cabeza, que les da el nombre y que les ha permitido ser exitosos en términos evolutivos. Con los ojos situados en los extremos, su campo de visión es más amplio y hay biólogos según los cuales esto les ayuda a la flotabilidad. 

    Los martillo son altamente migratorios: de las profundidades de Malpelo van a Galápagos, Costa Rica, México… Ese espíritu aventurero los hace particularmente difíciles de proteger, pues en Malpelo está prohibida la pesca, pero pueden ser capturados camino a la Isla de Cocos, en Costa Rica. 

    Históricamente Colombia ha sido un paraíso para los tiburones. Su capacidad pesquera no ha sido tan grande como la de México, Panamá, Ecuador o la misma Costa Rica, y desde 2010 existe un Plan de Acción Nacional para la Conservación y Manejo de Tiburones, Rayas y Quimeras que ha buscado reglamentar la pesca y proteger a estos animales. Se prohíben, por ejemplo, el aleteo de tiburón (cercenarles sus aletas y devolverlos al agua mutilados y en agonía) y su pesca industrial. Bahía Málaga y Malpelo, además, han sido declarados Parques Nacionales Naturales, figura legal que protege y resalta su riqueza natural. 

    La pesca es sin duda la mayor amenaza de los tiburones martillo. Para entender la magnitud del problema, en 2014 Cardeñosa comenzó a viajar a Hong Kong y a monitorear los mercados de aletas de la ciudad. Los descubrimientos son apabullantes. Las aletas de martillo son las terceras de mayor comercio. Según estándares asiáticos, se consideran de alta calidad: son grandes, robustas y densas. Esto aumenta su precio. 

    Otro hallazgo escalofriante es que más o menos 66 por ciento de las aletas vendidas en Asia son de los Sphyrna lewini del Pacífico oriental tropical, es decir, de las aguas de México hasta Perú.

    “¿Cuál es la especie más común en los mercados de aleta y que se extinguirá más rápidamente? —pregunta Cardeñosa—. Esta —responde él mismo—. Hace poco empecé un muestreo de aletas chiquitas y el tiburón martillo es la segunda especie más común. Significa que lo están pescando en su edad adulta y mucho más temprano también, lo capturan siendo joven”. 

    Las preciadas aletas se utilizan para hacer una especie de sopa de espaguetis, plato que en Asia demuestra estatus económico. La delicatessen se prepara limpiando la aleta, quitándole la piel y el músculo y dejando a la vista su estructura de colágeno fibroso. En el agua caliente del caldo ella se desmenuza y queda algo parecido a una noodlesoup. 

    Según la información publicada por el medio europeo Swissinfo en noviembre de 2022, en 2021 el gobierno de Hong Kong incautó 27,5 toneladas de aletas de tiburón de especies controladas. En 2020 habían sido 29,5. ​


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    Migran, aventuran, navegan aguas donde los mutilan para preparar caldos... Y en Colombia, en aguas del Pacífico, tienen a sus crías: pequeños tiburones cabezones y delicados.
    Proyecto áreas de crianza — Bahía Solano, océano Pacífico, Colombia Foto: cortesía Fundación Malpelo y Otros Ecosistemas Marinos

    “Recuerdo bien una buceada en Malpelo. Comenzamos a descender lentamente para acercarnos a un cardumen de unos 100 tiburones martillo. Nadaban varios metros bajo nuestros pies. De repente vimos cómo llegaba un cardumen de unos 300 tiburones sedosos moviéndose encima nuestro. Era tal el espectáculo que nos quedamos flotando en el agua, disfrutando del paisaje”, cuenta Luis Chasqui, biólogo marino del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras —Invemar—. Ese recuerdo de Chasqui permite empezar a imaginar la magia de la biodiversidad que habita Malpelo. 

    Malpelo es una imponente formación volcánica. Emerge de las profundidades del océano Pacífico. En cuanto uno se sumerge entiende por qué el lugar se ha convertido en uno de los preferidos de buzos de todas partes del mundo, quienes recorren el planeta buscando animales marinos de gran tamaño, particularmente tiburones. En palabras de Sandra Bessudo, directora de la Fundación Malpelo, “es un sitio realmente único, imponente y debajo del agua es maravilloso”. 

    La enorme roca queda a unos 500 kilómetros de Buenaventura y llegar a ella en barco tarda entre 36 y 40 horas. Desde 1995, el Santuario de Fauna y Flora Malpelo está bajo la administración de Parques Nacionales Naturales. En 2006 fue declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO y en septiembre de 2017 el Gobierno colombiano sacó una resolución para ampliar el área protegida. Hoy, son 27.000 kms2, la zona de pesca prohibida más extensa del Pacífico tropical oriental. 

    Bessudo se enamoró del lugar en una buceada. Fue por primera vez en 1987 y a partir del 98 empezó a ir con regularidad. “Apenas me hice instructora de buceo comencé a llevar a mis grupos”, cuenta. 

    Y añade: “Estando allí veía embarcaciones pesqueras con tiburones en sus puentes. Por eso me movilicé para protegerlo”. 

    La Fundación ha sido un importante aliado de Parques Nacionales en el trabajo por fortalecer las labores de cuidado y conservación de esta área protegida marina. La ONG ha ayudado a monitorear las poblaciones de las especies; ha conseguido alianzas con otras organizaciones para, juntas, trabajar por la conservación, la investigación, la educación, el monitoreo y la lucha contra la pesca ilegal. Ha jugado un papel importante para que el valor del lugar sea reconocido en Colombia y en el mundo. 

    Justamente esos monitoreos e investigaciones llevaron a la Fundación, en 2018, a empezar un proyecto para identificar los lugares de crianza de los tiburones martillo de Malpelo. Bessudo y Felipe Ladino —quien trabaja con ella en la organización— comenzaron a notar el decrecimiento de las poblaciones de tiburones martillo. Reportaron, entre 2009 y 2018, una disminución de 53 por ciento en verano y 86 por ciento en invierno. Y la tendencia en otras islas del Pacífico tropical era la misma: en 2016, por ejemplo, en Galápagos, Ecuador, se evidenció una disminución de la población de 50 por ciento entre 1985 y 2015. 

    Encontrar esos lugares mágicos, los de crianza, se hacía indispensable para la población de Sphyrna lewini de Malpelo. Bessudo y Ladino marcaron varias hembras embarazadas y siguieron su recorrido hasta la costa norte del Pacífico colombiano. Entre mayo y junio los animales llegaron a los manglares del Golfo de Tribugá, Chocó, un área costera cercana al Parque Nacional Natural Utría donde llegan turistas de distintos países para observar a las majestuosas ballenas jorobadas que viajan desde Antártida y dan a luz en esas aguas colombianas. La rica biodiversidad de ese lugar de selvas tupidas y aguas profundas le da una belleza imponente. 

    El equipo de la Fundación recorrió el Golfo hablando con las distintas comunidades buscando delimitar, aún más, el lugar escogido por los tiburones para dar a luz. Fue así como llegaron al corregimiento de Jurubirá, al norte de la Bahía. Ladino se sorprendió recorriendo esa costa en lancha porque “los pescadores ponían los anzuelos y venían tiburones y tiburones. Pequeños, son cabezones y delicados, sentía nervios y emoción al mismo tiempo”, dice. 

    ​Con el apoyo financiero de organizaciones como la Fundación del Príncipe de Mónaco, el Centro Nacional del Mar y Save Our Seas Foundation, en 2019 regresaron para recolectar datos y así determinar si su intuición era cierta. Con ayuda de los pescadores locales y de Liliana Arango, fundadora de una escuela de buceo en la playa de Guachalito, colocaron en el mar unos receptores de telemetría acústica y marcaron varios tiburones. Los receptores fueron puestos en distintas partes del Golfo de Tribugá, listos para recibir la señal de los tiburones marcados cuando pasaran cerca. Los datos recolectados generaron un mapa del lugar donde permanecen más tiempo y, por tanto, de su zona de crianza. 

    “En 2021 regresamos e hicimos un esfuerzo grande de marcaje. Fueron más de 150 tiburones”, explica Ladino. El equipo de la Fundación aún está analizando el grueso de la información, pero las múltiples visitas al Golfo les permiten saber que, entre junio y octubre, los Sphyrna lewini llegan a dar a luz en las costas del corregimiento de Jurubirá. “A los cinco meses ya alcanzan un buen tamaño para salir a mar abierto”, dice Ladino. 



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    Una pequeña modificación de un hábito de pesca y una enorme transformación en la supervivencia. Solo cambiar anzuelos para disminuir la pesca incidental de tiburones puede salvar poblaciones.
    Diego Cardeñosa, labor de campo Foto: cortesía Diego Cardeñosa

    Con telemetría satelital y acústica, hemos logrado determinar la conectividad entre Malpelo y esta zona de la costa del Pacífico colombiano. Y, como queremos proteger los tiburones de Malpelo, nos toca cuidar la costa pacífica donde nacen”, afirma Bessudo. Para lograrlo, la Fundación le está apostando a trabajar junto con la comunidad. “Queremos que la gente conozca y reconozca la importancia de estas áreas y del rol de los tiburones”, añade. 

    Con la idea de transmitir este mensaje, se han acercado a la comunidad desde distintos frentes. A los pescadores les propusieron cambiar de anzuelo para disminuir la pesca incidental de tiburones y, según cuenta Ladino, “mientras anteriormente se capturaban alrededor de 2.000 cada año, entre enero y septiembre de 2022 no se había llegado a 100”. Con los estudiantes de los colegios realizaron jornadas de limpieza de la playa, y, para su sorpresa, tuvieron que enseñarles que ni las flores caídas ni las hojas secas son basura; a los del club de surf les consiguieron patrocinador para que pudieran estrenar tablas y uniformes y dejaran de practicar el deporte en pedazos de madera o icopor, y aprovechando el evento cultural de arte urbano de la región, Festival Florece, invitaron a la comunidad a pintar un mural para contar sobre la enorme riqueza natural del lugar. 

    Al final, el mensaje es ese: Colombia es un país rico por su biodiversidad, y la labor de conocer y proteger su naturaleza es un reto.


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    ​Un aliento de vida bajo las aguas ​

    Son singulares. Lucen una de las formas más sorprendentes de la evolución y tienen un lugar esencial en los ecosistemas del Pacífico. Son una familia, los Sphyrnidae, de nueve especies. Los llamamos tiburones martillo e inspiran, durante los últimos años, investigaciones y proyectos de vida. Son seres primordiales en paisajes submarinos que hace años enamoran a comunidades, ambientalistas y científicos. En aguas de Colombia se reproducen y la labor conjunta entre expertos y pescadores ha disminuido su pesca accidental, pero, cuando nadan hasta llegar a Asia o incluso en otras aguas de América, son cazados y sus aletas terminan en platos de sopas revueltas con fideos. Este, un vistazo al mundo azul del tiburón martillo en las aguas de Colombia.