La canoa reemprende su recorrido. Nos dirigimos a la Ciénaga San Juana, otra de las sedes de la Fundación. Hay águilas pescadoras vigilando las aguas desde las ramas de los árboles. Bajo la superficie hay bocachicos, blanquillos, coroncoros y cachamas. La lancha sube por el caño San Juan y debemos sortear varios obstáculos conformados por islas de largos pastizales que obstruyen la navegación. Nos abrimos paso con palos y horquetas, empujando con fuerza sobre las raíces de plantas acuáticas como el buchón y la hierba de arroz. Al dejar atrás el laberinto de isletas de pajas de pasto, se abre una hermosa ciénaga en donde habitan caimanes aguja y manatíes. En una loma que domina la ciénaga se encuentra la casa de tablones de madera, sede del proyecto.
Por un lado de la casa se observa el bosque tupido que ayuda a mantener la vida silvestre en la región; por el otro, se ven hectáreas de potreros devastados para el agronegocio. En esa constante pugna vive la Fundación Proyecto Primates, entre los grupos de personas que protegen los bosques, los monos y demás especies del Magdalena Medio, y los que no. Por eso, pese a los avances, muchos, el mono marimonda aún continúa bajo amenaza.
Afortunadamente la consciencia y la sensibilidad han ganado el corazón de los pobladores del Carare. En gran parte porque los primeros en generar estos cambios fueron los niños, quienes, en un principio, eran los principales destinatarios de los talleres y trabajos con la comunidad de la Fundación. Después se sumaron las profesoras, las mamás, las asociaciones de mujeres y las asociaciones de pescadores, conformando así una sólida red para preservar y defender al mono araña y a otras especies. En medio de este largo y sostenido proceso nació el Festival del Choibo y sus amigos, que además de celebrar y proteger a las otras tres especies de monos de la región, lo hace con la tortuga de río, el manatí, la danta, el paujil, el bagre y el bocachico.
Todos los años, durante un día, bien sea en febrero o en mayo, se reúnen en Bocas del Carare familias enteras lideradas por los niños de la escuela, sus profesoras, madres, mujeres y hombres de distintas asociaciones, con el fin de realizar una feria de comidas típicas, bailes de la región y la gran caravana por las calles en la que la gente se disfraza con máscaras y atuendos de los distintos tipos de monos, pájaros, reptiles y felinos (entre ellos el gran jaguar), rindiéndoles homenaje a los animales y propagando el mensaje de preservación y conservación de estas especies y sus ecosistemas.
El trabajo comunitario ambiental también se ha fortalecido con el cuidado de los tres ríos de la región. Proyecto Primates inauguró una iniciativa, hoy multitudinaria. Se llama Pescando Plástico y congrega a las familias para zarpar en sus lanchas en busca de residuos plásticos que abundan en los ríos Carare, San Juan y Magdalena. La actividad llega a su máximo esplendor en los meses de noviembre y diciembre, cuando la Fundación organiza el trueque navideño, el cual consiste en premiar a los niños que más plástico recolecten. Nancy Mabel Rueda, una mujer oriunda de Barrancabermeja, residente en Carare hace diez años, lidera este programa de la Fundación y es la encargada, junto a su equipo, de reunir el plástico, pesarlo y venderlo a empresas de reciclaje del puerto petrolero. El año pasado recogieron 800 kilos de plástico sacados de los ríos por la misma comunidad. Los niños ganadores reciben bicicletas, patines, muñecas parlantes y diversos juguetes para el gozo navideño. Todos los niños participantes reciben un obsequio. Esto ha motivado a los muchachitos a seguir con la recolección, incluso en los meses lejanos a fin de año. Es común ver a los niños y a sus padres adentrarse en sus embarcaciones, a través de los ríos y caños, en la búsqueda de botellas, empaques, bolsas y un largo etcétera compuesto de plástico.
La canoa discurre por las aguas tranquilas del caño San Juan. Hacemos el viaje de vuelta desde la Ciénaga San Juana a La Estación. Entre los árboles se escucha a los monos aulladores rojos, que descansan sobre los troncos veteados de musgo verde. Más arriba, un oso perezoso se recoge entre los matorrales. De unos arbustos emerge un mono cariblanco que agita las ramas, advirtiéndonos con sus chillidos que nos alejemos. Más allá, en las copas más altas, van los monos araña con la confianza de saberse no más perseguidos, ni cazados. Con la elegante gracia de los micos que se saben protegidos y apreciados.